
Son las caídas hondas de los Cristos del alma, de alguna fe
adorable que el destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno
se nos quema.
Y el hombre... Pobre...Pobre! Vuelve los ojos, como.
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada,
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
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